☕ Esa vez que me enamoré... de una pava eléctrica
No sé en qué momento exacto pasó. Tal vez fue una mañana apurada, de esas en las que todo llega tarde: el reloj, el mate, yo. O quizás fue ese día en el que me olvidé la hornalla prendida por ir a colgar la ropa (ups). Lo cierto es que desde que la jarra eléctrica llegó a casa, las cosas cambiaron.
Y no, no estoy exagerando.
🕘 El tiempo, ese que siempre falta
Porque seamos honestas: entre el trabajo, la casa, los chicos, las compras y las mil cosas más que hacemos en piloto automático, tener agua caliente lista en 2 minutos se siente como un pequeño milagro. Antes de que termine de poner la mesa, la pava ya está silbando. Bueno, no silba, pero se apaga sola, lo cual ya es otro milagro.
🔌 ¿Y el gas? Mejor, ni tocarlo
Nunca fui fan de dejar la hornalla prendida, menos cuando me disperso fácil. Con la pava eléctrica Kanji, me olvido del riesgo. Tiene apagado automático, luz indicadora, y encima consume menos que una canción de Spotify sonando en loop.
☕ Mates, cafés, sopas express... todo más rápido
Lo que antes era una pausa de 15 minutos, ahora es de 3. ¿Resultado? Más tiempo para mí. Más tiempo para sentarme con el mate sin andar corriendo, o para preparar ese té que me gusta antes de dormir, sin esperar una eternidad.
🧡 Un pequeño cambio que mejora el día
Nunca pensé que un electrodoméstico tan simple me diera tanto. Práctica, rápida, segura, linda (sí, también eso). La tengo ahí, en la mesada, lista para cualquier antojo caliente. Y aunque no lo diga muy fuerte, a veces creo que me entiende.
¿La recomiendo?
Digamos que ya convencí a mi hermana, mi vecina y hasta a la señora que me atiende en la dietética. Porque sí: cuando algo te simplifica la vida, lo querés compartir.
¿Y vos? Ya tenés tu pava eléctrica o todavía estás peleando con la hornalla?